
Por razones que hasta ella misma desconocía, nunca fue a la escuela, pero su hermana mayor, quién sí asistió, le enseñó a leer, escribir y contar, con esa pequeña plataforma ella aprendió muchísimas cosas, admiraba profundamente a Sor Juana Inés de la Cruz, creo que en el fondo fue una rebelde igual que ella y hubiese deseado dedicar su vida al conocimiento y no enfrentándose a todos los retos que la vida le puso enfrente, sin embargo, fue una mujer de gran valentía quién supo llevar su vida de manera admirable.
Como ya mencioné líneas atrás, trabajó desde muy pequeña, sin permiso de goce alguno, pues como buenas católicas, ellas vivían en penitencia constante para honrar la muerte de Jesús, se privaban de todo lujo, de todo disfrute y de todo placer, sólo tenían permitido trabajar, rezar y atender a su madre.
Aproximadamente a los 20 años se casó con mi abuelo José de Jesús Campos Miranda, lo cual para aquella época, era ya casi una mujer quedada, nunca se lo pregunté, pero me gusta pensar que se resistió al matrimonio, que no compartía la idea popular de que la mujer debía conseguir un marido y tener muchos hijitos, en fin, como haya sido la historia, terminó casándose, otro gran misterio fue la forma en que mi abuelo la conquistó, pues ella tenía poco contacto con el resto de la gente que no fuera de su familia, pero bueno, de su casa al mercado, al molino y a diversos lugares tenía que salir a pasearse y seguro ahí, hicieron clik. Se casaron como Dios manda y se la llevó a vivir con su 'amá, pues ¿ni modo qué no!?
Ahí comenzó otra etapa de su vida, la de aguantar a la suegra, la de comenzar a parir hijos sin parar y la cruel decepción de que el marido le resultó borracho y parrandero, vaya contraste ¿no? María de Jesús López Oregel, parió 12 hijos, crío 11 y vió morir a 3. Invirtió aproximadamente, la discreta cantidad de 24 años de su vida en parir y amamantar hijos, ¡Claro qué como no fue mujer de familia de abolengo! no paró de trabajar.
Mi abuelo tenía una rebocería, para esas épocas ya se habían independizado, ya tenían su propia casa, que también era la rebocería. Una construcción muy modesta donde a penas y cabían con tanto chamaco. Pero bueno, la independencia siempre se aprecía. Como ya les había comentado, a mi abuelo le encantaba el pulque, así que con frecuencia descuidaba el negocio familiar, ¿Y quién creen que le entraba al quite? ¡Pues claro! ¡Doña Jesús! eso sí, con ayuda de su prole, porque por fortuna, aún le tocó la época en que tener hijos era beneficioso para que ayudaran en los gastos y el reparto del trabajo. Pero no sólo se dedicaban a los rebozos, mi abuela lavaba y planchaba ropa ajena y sus hijos se dedicaban a lo que podían. Con eso iban saliendo y pues en la épocas en que el abuelo se aplicaba el negocio era fructífero.
Todos su hijos asistieron a escuela particular, no durante toda su educación, pero todos la tocaron, iban a la escuela con las niñas y niños ricos del pueblo, ¿Cómo le hacía la abuela para sacar las colegiaturas? es otro de sus misterios. De sus 11 hijos, 5 estudiaron una carrera profesional, 9 tienen o tuvieron en vida, casa, coche y changarro, algunos hasta más de uno. ¿Cómo hizo esta mujer para formar rectamente a 11 chamacos practicamente sola? ¡No tengo ni la menor idea! Ninguno le salió padre desobligado, vago o mantenido (bueno, hubo un intento que no salió tan bien pero consiguió marido que la mantuvo). Todos trabajaron y se valieron por si mismos, todos se forjaron una vida digna y respetable. Obviamente todos con sus traumas infantiles, pero finalmente formó lo que está sociedad necesita, locos funcionales, que en su mayoría han funcionado muy bien.
Por motivos de salud, mi abuelo tuvo que hospitalizarse en la Ciudad de México, sus excesos comenzaban a cobrar facturas, y casí no vive para contarlo, pero de eso resultó que el martrimonio se mudó con la hija menor a la ciudad, un año más tarde, el resto de los hijos aún soteros, los alcanzó por estás tierras, aquí terminaron de crecer, de educarse y de comenzar a construir su propio destino. A partir del jalón de orejas que recibió mi abuelo, se reformó, con una fuerza de voluntad que en pocas personas he conocido, dejó el alcohol, el cigarro y el café, lo que nunca pudo dejar fue la coca-cola, y esto le permitió vivir aproximadamente 30 años más, muchos de ellos los vivió jubilado y muy feliz peleando con su mujer.

Durante este tiempo dió el adios definitivo a dos de sus hijos, uno por un accidente en carretera, cuando falleció, mi abuela estaba en la Ciudad de México, él estaba a cientos de kilómetros de ahí puesto que nunca se mudó a la ciudad a residir, pero en el momento del accidente, mi abuela de la nada comenzó a decir: "Algo le pasó a Roberto" y todos la tiraban de loca, unas horas después todos quedaron con la boca abierta. El segundo episodio fue la muerte de Salvador por cirrósis.
Aproximadamente dos años después de que la hija menor se casó, mis abuelos regresaron a vivir a su pueblo, al mismo lote dónde habían comenzado su vida juntos, pero ésta vez, a una casa hermosa, construida por el más exitoso economicamente de sus hijos. Ahí vió nacer a sus bisnietos y hasta un par de nietas coladas, dijo adios a su marido, trás una larga agonía. Unos años después le detectaron un cáncer muy extraño que finalmente la llevó con su esposo y sus hijos.
¿Qué opinan? ¿La tuvo fácil? Desde que yo fui consciente de la historia de mi amada abuela, me inspiró un enorme respeto y una admiración que aún nadie supera, porque al parecer la fuerza con que la vida la trató no causó estragos en su personalidad, se mantuvo siendo una FIEL devota de Dios, ¿Pueden creer que hay gente que conserve la fe durante 90 años de vida y viendo los garrotazos que "Dios nos manda"? Una amanate del conocimiento, no hubo día en su vida que dejara de aprender cosas nuevas y sobre todo que dejara de transmitir todo ese conociemiento; una madre, abuela y bisabuela ocupada de su hijos, siempre se mantuvo al pendiente de TODOS, !Casi 100 descendientes y ella sabía santo y seña de TODOS! Mantuvo a la familia unida y hasta un día antes del día de su muerte conservó el buen humor con que la mayoría la recuerdan, esa simpatía con que se ganaba el corazón de muchos y sobre todo la fortaleza con que todos la recordamos.
El 16 de julio del 2009, dejó su cuerpo Marías de Jesús López, con él, lágrimas en todos los que la amamos, pero sobre todo, dejó una gran enseñanza de fuerza, de valor, de entrega, de amor y de agradecimiento a la vida. Cada día que vivió, lo agradeció a Dios y supo aceptar lo que la vida le deparó con valor y dignidad.
Descansa en paz abuelita, te amo y siempre vivirás en mí y en todos los que te conocimos a través de todas tus enseñanzas, las explícitas y las inplícitas.
Así la recuerdo, sonriéndo.
