martes, 29 de enero de 2008

EL NUEVO YERNO.
Un muchacho, tocó a la puerta de la casa de su novia.

Tuvo el tino de abrir el padre de la muchacha
¿Qué desea, joven?
Pues, verá usted, vengo a hablar con usted.
Bueno, pues, pase joven, vayamos a la sala y ahí me
cuenta de qué quiere hablar conmigo. ¿Y bien?

El joven, todo decisión, respondió:
Mire usted, vengo a comunicarle que a su hija y a mí nos gustaría
compartir nuestras vidas, nos queremos casar.
El señor sonrió.
Pues está muy bien eso de que se casen, pero
cuénteme, muchacho,
¿ya cuenta con un salario digno para poder sustentar a mi hija y los hijos que vengan?
El joven, con todo el aplomo de mundo, contestó:
Mire, aunque soy ingeniero titulado, no gano mucho. Sin embargo, su hija me ha comunicado lo que ganan su distinguida esposa y usted. Por lo cual, confío en tener una pequeña ayuda de ustedes para poder pagar el teléfono, el agua, la luz y el supermercado.

Un poco sorprendido por la respuesta, el padre, dijo
Bueno, ¿y piensan comprar un departamento o una casa? ¿O
prefieren rentar.
El joven, con mirada inocente, contestó:
Si antes le pedí una pequeña ayuda para poder ir viviendo, hemos
pensado que, como esta casa es muy grande y pueden vivir
perfectamente dos matrimonios, no es necesario comprar o alquilar
departamento o casa. Deseamos vivir en esta casa con ustedes.

El señor, desconcertado por la actitud del muchacho, continuó con
el interrogatorio: Dígame algo, ¿tiene automóvil?
El joven, sonriendo, respondió:
Mire, no tengo coche porque he estado pensando que si usted tiene tres, para qué vamos a comprar uno más.

Usted nos deja el que les sobra y así no es necesario adquirir otro.

En ese instante, entró en la sala la madre de la novia, quien,
mirando primero al joven y luego a su esposo, preguntó
cordialmente: ¿Se puede saber de qué platican?

El esposo respondió:
Querida mía, qué bueno que llegas, quiero presentarte al Señor
Gallina, quien pretende ser el futuro marido de nuestra hija.

El joven, desconcertado y molesto, inquirió:

Oiga, ¿por qué me llama Señor Gallina?

A lo que el presunto suegro reviró:
Y bueno, grandísimo hijo de la chingada, ¿cómo demonios quieres
que te llame si hasta ahora lo único que vas a poner son los huevos?

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